martes, 2 de noviembre de 2010

3/10 Todo y las gracias, el viaje que nunca termina

Decía Baden Powell, fundador del Movimiento Scout Mundial (los scouts, vaya, o los boy-scouts para que todo el mundo me entienda, aunque ese nombre a los scouts no nos guste mucho) que cuando uno cerraba un campamento y se marchaba de vuelta a casa, sólo debía dejar dos cosas en el terreno donde uno había acampado: nada y las gracias. Con esto, Baden Powell quería explicar la importancia que tenía ser respetuosos con el ambiente, es decir, que nunca debe saberse dónde ha acampado un grupo scout puesto que este ha de molestarse en dejar todo exactamente igual que lo encontró. Sin embargo, y a pesar de la admiración que siento por la sabiduría simple de Baden Powell, estoy en absoluto desacuerdo con él en esto: ¡claro que ha de notarse dónde ha acampado un grupo scout! ¡Para mejor!
No hay que preocuparse tanto por usar el mundo y gastarlo: para eso es. Por eso, me pone un poco enfermo la actitud planetaria de "respetar el medio ambiente". ¿Nos arrepentimos de exisitir? No tiene sentido que intentemos conservar el mundo como si la especie humana no hubiera pasado por él. Quien de verdad ama la Tierra y ha tenido la oportunidad de sobrecogerse con su riqueza y sus paisajes, sentir el miedo de estar frente a un animal o que la emoción de saberse en este planeta le desbordara la capacidad más sublime de sus sentidos, entiende perfectamente que él está aquí por alguna razón: para engrandecer el milagro.
Todos conocemos la parábola de los talentos que un padre dejó a sus hijos y cómo el padre vino a cabrearse, con razón, con el hijo que los escondió bajo tierra para que no mermaran: cualquiera le diría hoy en día a ese hijo que, simplemente, con el incremento del coste de la vida, el coste de oportunidad, etc., etc., esos talentos irían disminuyendo por el mero hecho de no crecer. Eso es exactamente lo que pasa con el planeta: no intentemos dejarlo tal y como estaba antes de que el primer humo, consecuencia de la magnífica evolución del hombre, apareciera sobre la Tierra. Mejorémoslo. Creemos belleza con farolas de luz tenue en las calles, poesías sobre el ruido de los motores y la furia titánica del hombre sublimado en fábrica...y usemos todo eso para admirarnos aun más por la belleza de lo que nos rodea. Salgamos al monte de verdad y entendamos que no tiene sentido intentar separar los envases por colorines, entendamos que es una tontería establecer un proceso tan abierto al fallo y sepamos que es nuestra obligación seguir creando cosas útiles y maravillosas para el hombre y que no joder nuestra casa no consiste en que yo sepa si algo tiene aluminio o acero galvanizado para poder tirarlo al cubo de la basura adecuado sino en mejorar los procesos para que las máquinas hagan eso por sí solas.
Pienso en todo esto antes de marcharme por la alegría que me da el saber qué es lo que puedo aportarle yo a la humanidad. Ha sido un profundo viaje hacia mí mismo, pero tengo la suerte de saberlo y la obligación de hacerlo: "saber, de verdad, como el que sabe que mañana amanecerá, que todo, absolutamente todo, es posible". Ese es mi fin último y por eso puedo sentirme satisfecho de tenerlo presente en cada paso que doy, en cada cosa que hago: Cuando siembro cuentos e ideas perdidos en trucos de magia para niños que prestan atención a los colores, cuando sorprendo haciendo un viaje mágico para alguien que está en su casa labrando la tiera como todos los días, cuando compro el pan y cada vez que lo demuestre logrando objetivos empresariales o personales concretos.
Y me siento feliz de contaminar. De contaminar mi casa haciendo obras en ella para dejarla más bonita. Me siento inmensamente feliz de este viaje. El viaje y la gente me han dado muchas más sensaciones y sabiduría de las que, con toda sinceridad, podía imaginar. Pero sólo hay una manera de conseguir esto: queriendo entregarle tú tu tú a los demás.
Y no deja de sorprenderme cómo sólo al entregar recibes tanto y tan feliz. Cómo al querer tú dejar tu casa más bonita, tu casa y todos los que pasan por ella te entregan la felicidad que tus colores les causan, maravillados.
Me voy. Feliz.
Sé que dejo muchas semillas, para nada, para todo, para que estén ahí para que un día alguien las recoja y fructifiquen inesperadas y dispares, como las flores. Para que cuando alguien necesite saber que todo es posible, quizás sepa que sabe, aun sin saber que lo sabe o por qué lo sabe, que todo sale.
Gracias.

Gracias a mucha, mucha gente: a la gente del taller Vius Yamaha que arregló un pinchazo en mi moto justo el día antes de empezar este viaje, sin tener repuesto ni nadie que se lo suministrara....magia. Gracias a Luis, de Torrecilla en Cameros, por allanarme el camino en todo mi viaje. Gracias a la Hospedería Sagasta, por acogerme en casa. Gracias a Rochester, de La Varita Mágica, por darme apoyo y de su pan para que pueda hacer un poco más de magia. Gracias, muchísimas gracias a todos vosotros, que me habéis leído y animado, que me habéis ayudado a crear ilusión. A ti que me has sabido entender por dentro y te has maravillado con mi asombro. Porque la magia no es lo que yo hago, sino tu respuesta. Muchas gracias a toda la gente de los foros de magia, que han recibido con tanta alegría a su colega: gracias a la gente de "La Dama Inquieta", "Magia potagia", "Portal Mundo Magia", "Juegos Ilusionistas" y "talkmagic". Todos, sin excepción, han puesto a mi disposición todas las herramientas que tenían a su alcance para ayudarme a difundir la noticia. En todos he recibido ánimo y cariño. Gracias, de veras. Gracias a Kiko, a José Julián, a Emma, a Ana, a Cristina, a la pareja de la Guardia Civil, al coche de la Guardia Civil que me ayudó a llegar sano y salvo a casa (ahora os cuento), a Sergio, a Rubén, a Lis, a Chema, a Emilio, a los camareros, a los dueños, al panadero-kiosquero, a los vendedores de quesos, a los de la venta, a los guardianes de ermitas y castillos, a los paseantes y artesanos, a los soñadores que compartieron conmigo sus ilusiones, a los que bebieron conmigo, a los que me dieron de comer, a quienes me regalaron, espectantes, su tiempo, a los guardas amantes de su tierra, a los que coincidieron en su viaje conmigo, a todos los que recibieron con alegría mi magia y mi cariño que fueron, ABSOLUTAMENTE, y es un mágico milagro poder decir esto sin margen de error, ABSOLUTAMENTE, todos.

Gracias.

Antes de emprender el camino de vuelta, me despido de la Hospedería Sagasta, firmo en el libro de visitas y dejo una pequeña marca de mi paso por allí. Rosi elige una carta, la toca, la firma, y me graba:

Antes de irme del todo, paro a comer en la Venta de Piqueras para resolver la predicción que había dejado hecha el día de mi llegada. Rafa le pide a su madre el papelito con mis dos predicciones. Hacemos dos montones de cartas con una baraja francesa y les pido, a madre e hijo, que le den la vuelta a tantas cartas como quieran de sus respectivos montones, que se las intercambien, que las mezclen bien, que repitan el proceso...pero inevitablemente, siempre, siempre que vayáis a la Venta de Piqueras y os atiendan Rafa y su madre, podréis saber y por tanto dejarlo escrito con una semana de antelación, pidiendo que sean ellos mismos quienes custodien el papel, que dejarán, en total, 25 cartas cara arriba, 25 como el día de Santiago....de las cuales, 13, como las villas que forman la hermandad cuya sede ellos custodian, serán, inevitablemente, rojas. Buen final :-)

Torrecilla en Camino
Como durante todo el viaje he tenido un tiempo estupendo, es mejor que cambie un poco para darle algo de emoción al último día, así que se pone a llover...y a soplar el viento con todas sus fuerzas...No paso de los 40 por hora así que entre lluvia, viento y mi miedo por las intentonas de pisar el suelo, tardo aproximadamente 4 horas en hacer los 150 kilómetros que me separan de Medinaceli. Me acuerdo entonces de que, de nuevo Colombo, le decía en un episodio al detener al asesino que era un cantante de country rehabilitado que, "un hombre que canta no puede perder la esperanza" así que me pongo a cantar y el tiempo mejora un poco.
Sin embargo, al coger la A-2 sigo sin atreverme a superar los 60 km./hora con mi YBR-125 cargada hasta los topes porque tengo la sensación de que el viento me va a tirar aun estando parado. Providencialmente aparece detrás de mí un coche de la Guardia Civil al que hago señas y que me escolta hasta una salida segura. Me dicen que no hay carretera secundaria alternativa para poder llegar a Madrid así que me guian hasta un hostal de carretera donde refugiarme. Es un gran placer sentirse abrazado en momentos de inquietud y la disposición de servicio de esos guardias civiles me emociona un poco pero estoy seguro de que, aun mejor que mi sensación de alivio, es su sensación de el servicio prestado.
Así completo los 1.600 km. en 7 días, los últimos 125 en grua. Pero está claro que cuando un viaje empieza, nunca termina. En la tumba de Baden-Powell hay una señal de rastreo: la señal de "fin de pista". Para cuando me muera, seré feliz de haberme ganado que en la mía graben exactamente la contraria: "comienzo de pista".

Nos vemos de nuevo, como tarde, en primavera. A todos, mientras tanto, Buena Caza.

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